Adrián Caetano, confirmó las
expectativas generadas con su primer obra, al presentar la contundente Bolivia.
Ahora es el turno de Trapero, quien con su nuevo trabajo confirma que
estos jóvenes realizadores – más allá de sus diferencias – son
capaces de decir muchas más cosas sobre nosotros mismos que Federico
Luppi (o Alterio, Alcón o Dumont) gritando a los cuatro vientos alguna
verdad sobre el ser nacional.
En
su segundo trabajo, Trapero nos cuenta la historia de Zapa, un cerrajero
que debe huir de su pueblo por problemas con la ley y que llega al oeste
del Gran Buenos Aires para convertirse en Policía.
Como en su anterior película, Trapero
vuelve a demostrar una fuerte relación de su cine con los postulados del
Neorrealismo: el trabajo con actores no profesionales (Jorge Román),
escenarios naturales (en lugar de los escombros de la guerra, una ciudad
violenta, sucia, triste), e historias que exceden lo puramente individual
pasando a lo
social y colectivo. Como sostiene el propio Trapero, "en
general, nada de la película tenía que ver con otra cosa que la vida del
Zapa. Por eso para mí resulta tan sintético el título. Lo
importante era comprender y seguir al Zapa. Esto no quiere decir que yo no
quisiera hablar de la policía. Eso está claro, pero me refiero a que
nada iba a estar en función de la policía, sino en función del
Zapa". (1)
A través de la cotidianeidad que imprime
a la historia, Trapero nos introduce en la "vida" de una de las
instituciones más cuestionadas de la Argentina. Mediante diversas
situaciones cotidianas y pequeñas vamos descubriendo el hábitat en el
que crecen y se desarrollan los terribles hechos que suceden a diario. La
poca y pésima preparación que reciben, las condiciones edilicias de las
comisarías, las armas que reciben ("las oficiales no sirven ni para
suicidarte"), tratan de brindar una explicación al actual estado de
cosas.
Pero a diferencia del Rulo (protagonista
de Mundo Grua), a quien las circunstancias parecían
superarlo, el Zapa detrás de un aire de inocencia, toma decisiones. Se
cobija bajo el ala del nuevo comisario y comienza a "trabajar"
para él. Coimas, sobres cerrados, arreglos con empresarios, cabarets,
travestis, etc., también forman parte del quehacer diario del Policía.
La búsqueda de este nuevo realismo, se
ve reflejada también en la constante referencia al humor a través de los
diálogos de los policías o en la impresionante escena de la fiesta de
Navidad, le da al film la idea de lo cotidiano y lo cercano. El sexo también
contribuye a la creación del clima que respira el film, presentado como
algo primitivo, incómodo, violento. Dentro de un pequeño auto o en la
casa de la profesora de la escuela, quien vive junto a su hijo y donde el
calor es sofocante.
También la ciudad se transforma en el
lugar ideal para que ocurran estos hechos. Sin lugar a dudas, Trapero es
el realizador que mejor filma al Gran Buenos Aires. Sus calles altamente
transitadas, los carteles de diversos tamaños y colores, el ruido, la
suciedad, generan la sensación de estar en un verdadero infierno.
Maldita
crítica
Así como algunos criticaban la postura
del Rulo ante las condiciones laborales adversas que enfrentaba, aduciendo
que se trataba de un
conformista
y que no luchaba por cambiar el estado de cosas, ciertos cronistas
criticaron la "suavidad" con que Trapero hablaba de la Policía
Bonaerense.(2)
Hubiera sido muy fácil para Trapero,
realizar un film de denuncia sobre la maldita policía (quien nos provee
de increíbles historias día tras día), pero el realizador nos invita a
participar de la "formación" de un policía de la Provincia de
Buenos Aires. La instrucción que reciben – los profesores que les enseñan
los diversos escalafones, los distintos tipos de drogas y sus efectos, el
profesor de gimnasia -, refleja la escasa preparación con la que
enfrentan una situación social cada vez más explosiva – originada en
diez años de Menemismo, con índices de pobreza y desocupación
tristemente históricos -.
Trapero podría haber filmado una película
para el regocijo de las mentes bienpensantes, pero el realizador decide
"tratar de construir una imagen diferente a la que uno tiene sobre el
GBA o la policía, por la televisión o por los diarios". (1)
Así como también, le hubiera resultado
fácil explicitar la violencia, pero decide crear la sensación de que
eternamente estamos sobre una bomba a punto de estallar. "No se
trataba de describir la espectacularidad de la violencia, pero sí era
importante armar un clima de intensidad, donde uno pudiera entender y
seguir de cerca lo que le estaba sucediendo al Zapa", sostiene el
realizador. Y aquí está la clave del film, y la principal refutación a
las críticas que destacaron una supuesta "suavidad" en la
mirada sobre la Bonaerense. Al seguir la historia de Zapa, y su proceso de
formación, Trapero nos pone frente a una realidad que muchos no quieren
ver. Es mucho más fácil hablar de gatillos fáciles, corrupción,
asesinatos, que tratar de desentrañar los orígenes de tan terribles
circunstancias. Tal vez, es esta situación incómoda a la que nos lleva
El Bonaerense, la que generó la reacción de determinada crítica.
"Uno
vive situaciones muy parecidas a las del Zapa, donde tiene que aceptar
cosas que no le gustan, vivir en un país donde tiene que ver todo el
tiempo como todo lo que pasa alrededor es distinto a como le gustaría que
fuera", sostiene Trapero, pero resulta más sencillo mirar por sobre
el hombro, señalar con el dedo lo que está mal, gritar "que se
vayan todos", pedir penas más duras para los delincuentes, etc., que
tratar de desentrañar y resolver las causas y azares del terrible estado
en el que se encuentra inmersa nuestra sociedad. El cine de la primavera
alfonsinista nos resultaba más cómodo, porque Alterio, Luppi, Aleandro,
etc., se encargaban de señalarnos donde estaban los malos. Pero gracias a
Dios no todo está perdido, sólo comparen la cantidad de gente que está
yendo a ver El Bonaerense y la cantidad que va a ver las películas
protagonizadas por aquellos dinosaurios.
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"Todos
podríamos actuar de otra manera" Entrevista a Pablo Trapero por
Ezequiel Luka – www.filmonline.com.ar
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La
crítica de Guillermo Ravaschino en www.cineismo.com
no sólo crítica sobre la forma en que Trapero trata a la Policía
Bonaerense – incluso vinculándola a las atrocidades cometidas por
Palito Ortega – si no que también hace referencia a la participación
de Pol-ka, "la productora que acumula más experiencia en lo que
se refiere a colaborar con la policía real", sin saber (o sin
querer mencionarlo) que la productora de Suar solamente colaboró en
el lanzamiento del film.
por Nicolás Quinteros
Título: El
Bonaerense
Intérpretes:
Jorge Román, Darío Levy, Mimi Ardu, Hugo
Anganuzzi, Victor Hugo Carrizo, Graciana Chironi
Director: Pablo Trapero
Guión: Pablo
Trapero
Duración: 99
minutos
Estreno en Argentina: 19 de septiembre de 2002
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