El Bonaerense

Pablo Trapero

películas

cine argentino

Pablo Trapero es uno de los nombres fundamentales a la hora de tratar de comprender la renovación que se ha producido en el cine argentino de los últimos años. Junto a Adrián Caetano y Lucrecia Martel, es una de las voces más representativas de esta nueva generación. Sus primeros trabajos – Mundo Grúa (Trapero), Pizza, Birra, Faso (Caetano) y La Ciénaga (Martel) – dieron por tierra con la vieja y anquilosada estética y temática del cine nacional.

Adrián Caetano, confirmó las expectativas generadas con su primer obra, al presentar la contundente Bolivia. Ahora es el turno de Trapero, quien con su nuevo trabajo confirma que estos jóvenes realizadores – más allá de sus diferencias – son capaces de decir muchas más cosas sobre nosotros mismos que Federico Luppi (o Alterio, Alcón o Dumont) gritando a los cuatro vientos alguna verdad sobre el ser nacional.

En su segundo trabajo, Trapero nos cuenta la historia de Zapa, un cerrajero que debe huir de su pueblo por problemas con la ley y que llega al oeste del Gran Buenos Aires para convertirse en Policía.

Como en su anterior película, Trapero vuelve a demostrar una fuerte relación de su cine con los postulados del Neorrealismo: el trabajo con actores no profesionales (Jorge Román), escenarios naturales (en lugar de los escombros de la guerra, una ciudad violenta, sucia, triste), e historias que exceden lo puramente individual pasando a lo social y colectivo. Como sostiene el propio Trapero, "en general, nada de la película tenía que ver con otra cosa que la vida del Zapa. Por eso para mí resulta tan sintético el título. Lo importante era comprender y seguir al Zapa. Esto no quiere decir que yo no quisiera hablar de la policía. Eso está claro, pero me refiero a que nada iba a estar en función de la policía, sino en función del Zapa". (1)

A través de la cotidianeidad que imprime a la historia, Trapero nos introduce en la "vida" de una de las instituciones más cuestionadas de la Argentina. Mediante diversas situaciones cotidianas y pequeñas vamos descubriendo el hábitat en el que crecen y se desarrollan los terribles hechos que suceden a diario. La poca y pésima preparación que reciben, las condiciones edilicias de las comisarías, las armas que reciben ("las oficiales no sirven ni para suicidarte"), tratan de brindar una explicación al actual estado de cosas.

Pero a diferencia del Rulo (protagonista de Mundo Grua), a quien las circunstancias parecían superarlo, el Zapa detrás de un aire de inocencia, toma decisiones. Se cobija bajo el ala del nuevo comisario y comienza a "trabajar" para él. Coimas, sobres cerrados, arreglos con empresarios, cabarets, travestis, etc., también forman parte del quehacer diario del Policía.

La búsqueda de este nuevo realismo, se ve reflejada también en la constante referencia al humor a través de los diálogos de los policías o en la impresionante escena de la fiesta de Navidad, le da al film la idea de lo cotidiano y lo cercano. El sexo también contribuye a la creación del clima que respira el film, presentado como algo primitivo, incómodo, violento. Dentro de un pequeño auto o en la casa de la profesora de la escuela, quien vive junto a su hijo y donde el calor es sofocante.

También la ciudad se transforma en el lugar ideal para que ocurran estos hechos. Sin lugar a dudas, Trapero es el realizador que mejor filma al Gran Buenos Aires. Sus calles altamente transitadas, los carteles de diversos tamaños y colores, el ruido, la suciedad, generan la sensación de estar en un verdadero infierno.

 

Maldita crítica

Así como algunos criticaban la postura del Rulo ante las condiciones laborales adversas que enfrentaba, aduciendo que se trataba de un conformista y que no luchaba por cambiar el estado de cosas, ciertos cronistas criticaron la "suavidad" con que Trapero hablaba de la Policía Bonaerense.(2)

Hubiera sido muy fácil para Trapero, realizar un film de denuncia sobre la maldita policía (quien nos provee de increíbles historias día tras día), pero el realizador nos invita a participar de la "formación" de un policía de la Provincia de Buenos Aires. La instrucción que reciben – los profesores que les enseñan los diversos escalafones, los distintos tipos de drogas y sus efectos, el profesor de gimnasia -, refleja la escasa preparación con la que enfrentan una situación social cada vez más explosiva – originada en diez años de Menemismo, con índices de pobreza y desocupación tristemente históricos -.

Trapero podría haber filmado una película para el regocijo de las mentes bienpensantes, pero el realizador decide "tratar de construir una imagen diferente a la que uno tiene sobre el GBA o la policía, por la televisión o por los diarios". (1)

Así como también, le hubiera resultado fácil explicitar la violencia, pero decide crear la sensación de que eternamente estamos sobre una bomba a punto de estallar. "No se trataba de describir la espectacularidad de la violencia, pero sí era importante armar un clima de intensidad, donde uno pudiera entender y seguir de cerca lo que le estaba sucediendo al Zapa", sostiene el realizador. Y aquí está la clave del film, y la principal refutación a las críticas que destacaron una supuesta "suavidad" en la mirada sobre la Bonaerense. Al seguir la historia de Zapa, y su proceso de formación, Trapero nos pone frente a una realidad que muchos no quieren ver. Es mucho más fácil hablar de gatillos fáciles, corrupción, asesinatos, que tratar de desentrañar los orígenes de tan terribles circunstancias. Tal vez, es esta situación incómoda a la que nos lleva El Bonaerense, la que generó la reacción de determinada crítica.

"Uno vive situaciones muy parecidas a las del Zapa, donde tiene que aceptar cosas que no le gustan, vivir en un país donde tiene que ver todo el tiempo como todo lo que pasa alrededor es distinto a como le gustaría que fuera", sostiene Trapero, pero resulta más sencillo mirar por sobre el hombro, señalar con el dedo lo que está mal, gritar "que se vayan todos", pedir penas más duras para los delincuentes, etc., que tratar de desentrañar y resolver las causas y azares del terrible estado en el que se encuentra inmersa nuestra sociedad. El cine de la primavera alfonsinista nos resultaba más cómodo, porque Alterio, Luppi, Aleandro, etc., se encargaban de señalarnos donde estaban los malos. Pero gracias a Dios no todo está perdido, sólo comparen la cantidad de gente que está yendo a ver El Bonaerense y la cantidad que va a ver las películas protagonizadas por aquellos dinosaurios.

 

  1. "Todos podríamos actuar de otra manera" Entrevista a Pablo Trapero por Ezequiel Luka – www.filmonline.com.ar

  2. La crítica de Guillermo Ravaschino en www.cineismo.com no sólo crítica sobre la forma en que Trapero trata a la Policía Bonaerense – incluso vinculándola a las atrocidades cometidas por Palito Ortega – si no que también hace referencia a la participación de Pol-ka, "la productora que acumula más experiencia en lo que se refiere a colaborar con la policía real", sin saber (o sin querer mencionarlo) que la productora de Suar solamente colaboró en el lanzamiento del film.

por Nicolás Quinteros

Título: El Bonaerense

Intérpretes: Jorge Román, Darío Levy, Mimi Ardu, Hugo Anganuzzi, Victor Hugo Carrizo, Graciana Chironi

Director: Pablo Trapero

Guión: Pablo Trapero

Duración: 99 minutos

Estreno en Argentina: 19 de septiembre de 2002

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