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Bienvenidos a las noticias internacionales que nos sorprenden entretenidos en otros asuntos.
Veíamos la imagen de la primera dama mexicana repartiendo algunas cajas de ayuda a la damnificados por Manuel en el estado de Guerrero y revivimos la escena clásica de toda tragedia.
Un sitio devastado, la primera plana en todos los medios y los máximos dirigentes del país colocándose las botas por cuatro minutos, repartiendo víveres ante las cámaras por tres minutos, calmando y abrazando a alguno de los que perdieron todo por dos minutos y desapareciendo junto a toda la comitiva en menos de un minuto.
Y no es crítica, si no se presentarán serían insensibles, si se presentan marcan el ejemplo, pero ¿qué pasa después?
Son miles las fotografías que quedan de candidatos y funcionarios repartiendo caramelos ante realidades amargas, pero esos niños que reciben una lata de sopa instantánea, un dulce y un poco de agua potable: deben comer todos lo días, digo, incluso después de que la foto ya fue tomada y toda la sociedad quedó satisfecha de que los funcionarios se colocaron las botas y pasearon por el paisaje destruido.
Lo que pasó en Nairobi tiene un poco que ver con estas cuestiones. Somalia nació para sufrir. La crisis es el estado continuo de esa zona de África. Las generaciones crecen, los grupos rebeldes son cada vez más extremos y cuando nos preguntamos por qué pasan cosas como la masacre en el centro comercial de Kenia pareciera que no queremos conocer la respuesta, o preferimos la respuesta rápida: otra vez malditos grupos rebeldes islamitas y su yihad.
Sin embargo, más allá de eso hay un problema de caramelos y armas que estamos lejos de subsanar.
En Somalia llega siempre alguien a repartir dulces a los niños. La ONU siempre esta preocupada por el cuerno de África, siempre algunos cantantes dedican fondos a mitigar el hambre, siempre hay algún grupo cristiano tratando de ayudar, siempre hay, desde hace décadas, alguien que reparte caramelos. Pero cada vez los caramelos tienen sabor más amargo. Y un día llega alguien y reparte armas. Balas de ira, de angustia acumulada, de muertes y muertes, de rebelión a matar o morir, de odio desmedido.
Y esa arma les da una razón de ser, un por qué, una familia, los dignifica, les da un trabajo que realizar y algo porque morir. Qué fácil parece. Donde los caramelos no alcanzan siempre las armas sobran.
Paso en la selva colombiana, en los pequeños y olvidados pueblos del norte mexicano, en los senderos del Perú, paso en El Salvador de los 80, paso en los pequeños países más tiranizados por la unión soviética, Chechenia, Georgia, paso en Palestina, en los países africanos campo de batalla de una especie de guerra santa, pasa, paso y pasará, y como sociedad global nos sigue sorprendiendo que un grupo armado con rifles y machetes entre a un centro comercial en Nairobi, Kenia, y asesine a más de sesenta personas.
Y nos aterra porque la mayoría del mundo no pertenece a un grupo extremista, no está en una guerra religiosa, no porta un rifle, no vive en Somalia, no tiene planes de hacer estallar nada, no le interesa tomar el gobierno, no le importa si se reparten caramelos o armas, pero si muchos imaginamos que podíamos ser aquellos que un día de compras, o trabajando, en un centro comercial cualquiera podemos ser victiman inocentes de aquellos a los que los caramelos se le transformaron en armas.
Cuando a la niña gitana pisoteada en Atenas se le trasformen los caramelos en armas nada bueno va a pasar. Quizás nunca ocurra, pero como sociedad deberíamos saberlo, prevenirlo, actuar a tiempo, porque créanme... Aquí no se trata de musulmanes y cristianos, no se trata de chiitas y sunitas, no se trata de judíos y árabes, no se trata de jóvenes extrovertidos o seres callados que de pronto llevan su rifle de asalto a la escuela... Se trata de caramelos o armas. Esos caramelos que faltaron cuando llegaron los señores de los rifles con un discurso heroico.
Solo nos queda desear que las psicopáticas lógicas no nos conviertan en victimas, porque los que estaban trabajando en el World Trade Center, los que salían de la iglesia en Pakistán este fin de semana, los poblados de frontera, los muertos de Atocha, las familias que fueron al estreno de Batman en Denver, los participantes de la maratón de Boston, los empleados del edificio de la armada en Washington, los pastores del norte de Afganistán, los del mercado de Bagdad y los que hacían compras en Nairobi no son los culpables del reparto de caramelos y armas. Asesinar al perro por el comportamiento del amo es un crimen injustificado y atroz que por más explicación lógica que tenga no tiene razón.
Y en este mundo sin razón más noticias trascendían: Ángela Merkel gana elecciones en Alemania, Panamá y Colombia firman alianza, el desastre en Acapulco y el centenar de muertos por las tormentas en México, el rey de España y su operación de cadera, Rock in Río, el último modelo de Iphone, los maestros en DF, las marchas de protesta, la primavera llega al hemisferio sur, el otoño llega al norte, los juicios y la impunidad, el apoyo y la soledad de Obama, la intervención del gobierno venezolano en el papel higiénico, y todo lo que va dejando la estela de una semana donde más allá de los caramelos y las armas quedó el sabor de la frustración que presenta el trata de explicar algunas cosas sin razón.
Damas y caballeros, les damos la bienvenida al kaos total!!!!!
artículo del 23 de Septiembre de 2013
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