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El Pirata | 14 de Julio de 2014 | ECDQEMSD
Bienvenidos a las noticias internacionales de tiempo extra euforia y tristeza.
Desde luego muchas cosas ocurrieron esta semana, pero cuando una noticia impacta tanto en los ánimos de la personas como una final mundial de fútbol el resto forma parte de un paisaje que ya conocemos.
Una final mundial de fútbol es algo que sabemos que va a pasar, lo que no sabemos es quiénes la protagonizaran, como va a pasar y qué es lo que va a pasar dentro de eso que va a pasar. Sabemos que alguien va a celebrar y que alguien va a estar triste por haber estado tan cerca y no poder.
Por ende es inevitable que todo se torne desmesuradamente gigantesco, desde la ilusión, la decepción, la victoria, la derrota y la sensación que un resultado produzca.
Alemania salió campeón. El mundial se terminó. Argentina más unida que nunca se partió como se parten las cosas cuando están tristes. Partida entre los que igual están orgullosos y los que ser segundos es igual a nada, los miles y miles que celebraron en el obelisco, y en diferentes puntos del país, y los que se quedaron con la tristeza en el pecho, partida entre los que lloran un penal no cobrado y los que no pueden creer que no se pudo lograr un gol. Entre los admiradores del equipo y los que dicen que siempre los mejores son los que no están. Partida entre el ejemplo y el resultado. Entre el "siempre le tuve fe" y el "era imposible ganar". Entre "el subcampeonato no vale nada" y el "no cualquiera es subcampeón". Entre el "soy más argentino que nunca" y el "al final el mejor jugador del mundo no nos dio la copa".
Para quien todo esto resulte irracional debe comprender el lugar que esto ocupa, un campeonato mundial de fútbol, en sociedades como la de Argentina o la de Brasil. El día después el taxista vuelve a conducir, el obrero vuelve a colocar ladrillos, el vendedor vuelve a tratar de vender, la enfermera vuelve al hospital, el maestro a las clases, el gobierno a robar y como dice el catante: "el rico vuelve a su riqueza, el pobre vuelve a su pobreza y el señor cura a sus misas". Pero todos con un animo diferente. ¿Por qué? Porque Don Fútbol es eso de lo que todos sabemos, todos conocemos, todos sufrimos, respiramos, amamos y odiamos, es fuente de orgullo y personalidad, nos define y nos representa. Porque colocamos a los futbolistas en el cielo de los dioses adorados o los confinamos al infierno de todas nuestras frustraciones. Porque no es una medalla olímpica, ni unas olimpiadas de matemáticas, ni un Oscar, ni un Nobel, ni un Papa, ni un día en la vida. Es una confusión sin confusión entre identidad, ser, tener.
Lo peor de este espectáculo, de ese entretenimiento, de esa simple competencia, es lo que queda en carne viva. La inflamación y la aberración. La exacerbación de nacionalismos nocivos, los insultos imprudentes y despiadados, el goce con el sufrimiento ajeno, el éxtasis con la tristeza del otro.
Y todo eso distorsiona tanto la realidad que alguien que se asome a las relaciones interpersonales o en redes sociales de Latinoamérica y no entienda que lugar ocupa todo esto, póngale un alemán, sospecharía que Latinoamérica Unida es el mejor de los chistes, que todos nos odiamos hasta el hartazgo, que en líneas generales simplemente no nos exterminamos en una guerra total porque no tenemos las armas.
Estaría bueno que realmente aprendamos de lo que decimos aprender, de que un trabajo serio da resultados, de que la paciencia ayuda a tomar mejores decisiones, de que unidos podemos lograr grandes cosas, de que un nombre no nos salvará sino que el trabajo en equipo es lo que nos enorgullece, que no importa el resultado cuando las cosas se hacen bien porque en última instancia eso será un accidente, un gol que entra, un penal que no fue, un penal que si fue... Ojala aprendamos de aquello que decimos aprender y no alimentemos más aquello que nos terminará matando.
La verdad es que el resultado importa porque es aquello que se busca, que se sueña, que se desea, y cuando esto se escurre entre las manos es lógica la tristeza, la frustración, la mueca, hasta quizás la lágrima. Todo esto no es más que una anécdota, algo que pasó, algo que será recuerdo. Estaría buenísimo que solo fuera un partido de fútbol, pero en algunas parte del planeta tierra es mucho más que eso.
Si mi amigo de Brasil se puso la casaca alemana, si mi amigo argentino se va a seguir riendo de los siete, si extendemos esto por mucho más tiempo del que merece para mitigar nuestras verdaderas heridas, tristezas, dolores y frustraciones, no estamos jugando un buen partido.
Felicitaciones a todos los que corresponda ser felicitados y aprendamos, sobretodo los que tienen responsabilidades comunicacionales, a transmitir mejores valores que los que transmitimos cuando el fútbol nos ataca.
Damas y caballeros bienvenidos al kaos total!!!!!
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