Murió Fidel Castro
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El Pirata | 5 de Diciembre de 2016 | ECDQEMSD Podcast
Bienvenidos a las noticias internacionales y los hechos que marcan la historia de la humanidad.
El día viernes 25 de noviembre de 2016 murió dios. La isla amaneció al día siguiente como si todo siguiera igual pero sabiendo que todo era distinto.
Los reportes, únicos reportes, con el Granma colapsado, eran los de Yoani Sánchez. La Habana amanecía tranquila luego de que Radio Reloj le había informado al pueblo, en la voz de Raúl Castro, que Fidel había muerto.
El hombre que jugó a ser dios con uniforme verde oliva vio agotado su tiempo físico y a los 90 años dividía el mundo en los que solo se focalizaban en su tiranía dictatorial y en los que solo lloraban la muerte del dios que supo marcarle los pecados al imperio en la cara y con la valentía de un espartano.
Se terminaba el siglo XX. Eso duele siempre, se iba quizá el último de los presentes de aquel bar al costado del Tropicana que mezclaba en noche de copas a Hemingway, Marilyn Monroe, Kennedy, Vietnam, los Beatles, Picasso, el mariscal Tito, Mao Tse Tung, el ayatolá Jomeini, Gandhi, José Alfredo, Nikita Kruschev, Muhammad Alí, Franco, Sofía Loren, Diego Rivera, Trotsky, Mickey Mouse y Nelson Mandela.
Dios ha muerto, pero esta vez no fue el hombre quien lo ha matado. La religión y la revolución, Dios y Fidel, los mandamientos y las ordenes. Él decía lo que estaba bien, lo que estaba mal, lo moral e inmoral, las penas y los premios, la visión del mundo y como había que pensarlo.
Un buen amigo, perro y sin cola que agitar, sostiene que religión e ideología son cuestiones de fe, y como toda cuestión de fe las pasiones humanas llevan al choque y la pelea. La Revolución también es una cuestión de fe, porque sin fe no hay revolución. La isla amanecía como un día más pero con el sabor del día después.
Nada iba a cambiar súbitamente, pero dios había muerto. La revolución cubana camina a velocidades turísticas a convertirse en un ícono conmovedor, en una cruz, un templo, un altar. Fidel tuvo su Jesucristo, Ernesto Guevara; tuvo la roca sobre la que construyó su iglesia, Cuba; tiene sus fieles devotos en el mundo entero; tiene sus agnósticos o ateos que celebraron en Miami igual que aquellos franceses que quemaban iglesias en 1789.
Es difícil imaginar a la humanidad sin un dios; difícil será imaginar a Cuba sin Fidel. Tanto para los que entregaron su espíritu a la revolución como los que sufrieron la presencia de un dios que todo lo ve y dicta cual debe ser el comportamiento.
Los viejitos de la isla hablaban como de la muerte de un familiar -sí, nos lo dijo Raúl, se murió Fidel, estaba viejito, era algo que esperábamos y que sabíamos que en cualquier momento podía ocurrir. Los más jóvenes de la isla se enteraron que dios se murió justo cuando empezaba su fin de semana. Todos saben que igual queda la iglesia, con su poder, sus mandamientos, sus miembros, sus fiestas de guardar. Ahora viene esa época en que las sagradas escrituras serán reinterpretadas mil veces y muchos sacaran ventaja. A dios no le gustaría esto, dios no permitiría esto otro; y comenzará otra pelea, la de ver quién habla en nombre de dios.
El mundo cambió mucho desde 1959 cuando la dictadura satélite de Estados Unidos en la isla encarnada por Batista era derrocada. Cambió tanto que Fidel ya había logrado ubicarse en el ideario popular más allá del bien y del mal.
Un duro golpe para la religión que ahora se enfrascará en un vía crucis de nueve días donde las cenizas del siglo XX se pasearan por toda la isla.
Algunos festejan, cosa simbólica y absurda porque es solo la muerte de un hombre; otros lloran, cosa lógica e impactante porque se trata de la muerte de dios. A muchos les importa tres tragos de ron y otros muchos irán corriendo a buscar su foto con Fidel. Porque sea como sea, y cuanto más pasaba el tiempo, más líderes, políticos, presidentes, famosos y desgraciados arrivistas querían la fotografía con Fidel Castro Ruz; no por que coincidieran, no porque estuvieran a la altura de su integridad ideológica, no porque eso les garantizara la absolución de sus pecados, si no porque una foto con Fidel era una foto con el siglo XX.
Damas y caballeros, esta semana el huracán Otto golpeó Costa Rica, hubo un terremoto en El Salvador, hubo atentados en Afganistán e Irak, un choque de trenes en Irán, hubo pavos perdonados por Obama, hubo escándalo político en Brasil, hubo macabros hallazgos en fosas clandestinas en Guerrero México, hubo cenizas del Popo, hubo marchas contra la violencia de género, hubo Rosberg campeón de Fórmula Uno, hubo de todo y hubo Black Friday.
Pero el Viernes Negro, símbolo máximo quizás del capitalismo y la sociedad de consumo del siglo XXI se volvía viernes negro de luto para muchos por la muerte de Fidel Castro. Paradojas de la condición humana y las fechas del calendario.
El mundo estaba preparado desde hace tiempo para la noticia. Las necrológicas ya habían sido escritas hace años. Dios ha muerto, no ha sido el hombre quien lo ha matado, aunque la CIA lo intentó varias veces. Los ateos ya no exigirán muestras de su existencia, los creyentes saben que vivirá mientras no pierdan la fe.
En el nombre de Fidel, Guevara, Cienfuegos, Martí, el Granma, Bahía de los Cochinos y Sierra Maestra, amén.
Para todos los salvados por la fe y para los quemados en la hoguera por brujería, 25 de noviembre de 2016 no fue un día más.
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