Este Bafici tuvo
una figura excluyente: el documental. Confieso que tuve
oportunidad de ver tres que me dejaron boquiabierto y con
ganas de más. Capturing the Friedmans (2003)
tiene algo de revulsivo en la denuncia de cómo un sistema
está preparado para acusar al "malo", para condenar a todo
aquel que subvierta lo que se supone son las sacrosantas
costumbres morales, en definitiva, para poner un cepo ahí
donde la sociedad lo reclama. Y lo revulsivo de este film de
Andrew Jarecki es que donde todos esperan que el director
enjuicie al reo, éste - a la manera del elefante de Vant
Sant -, pone su cámara al servicio de contar y enjuicia al
sistema que sin pruebas (o con muy pocas de ellas), prejuzga
porque ese parece ser su lugar en el mundo de hoy.
Otra
de las perlas fue Gimme Shelter (Albert Maysles,
David Maysles, Charlotte Zwerin – 1970), documental
sobre el ya mítico recital de los Stones en Altamont, donde
la banda fascista "Hell Angels" asesinó a uno de los
concurrentes al show. La película vale en sí para demostrar
que los Stones cuando hacían música y no buscaban la pose
del divo farandulero eran buenos en serio y, además, porque
los hermanos Maysles los interrogan constantemente sobre lo
sucedido logrando un relato de una época de la que poco se
sabe y que trasuntaba un espíritu de libertad... justo ahora
en la que ésta es amenazada constantemente y, - oh!
casualidad -, en nombre de la libertad. Jagger mimo, Jagger
artista total.
Para
el final, Inside Deep Throat (Fenton Bailey, Randy
Barbato – 2005). Tenía ganas de verla, primero porque
soy un consumidor compulsivo de cine porno y Garganta
profunda siempre quedó en el imaginario como "LA
PELICULA" por excelencia. Los directores hacen un contraste
inteligente, cuentan su relato y sobre el final trazan un
paralelo con la industria hoy, llena de cuerpos
superficiales, rubias tetonas y huecas, actores que ganan
millones y millones de dólares y una industria que supera a
Hollywood en cuanto a ganancias y también en cuanto a
conservadurismo.
(Me permito una disgresión: no dejen de ver
Boogie Nights...Heather Graham...te amo)
Y segundo, porque quien esto escribe vive
en un país colonizado culturalmente y se supone que todo
aquello que pase por Berlin, Cannes o Venecia hay que verlo.
Esta vez no fallé, había que verla.
Los buenos, los
malos, los feos
Hay cosas que me molestan en un festival de
cine. En primer lugar, ese aire de pedantería que tienen
aquellos que, aunque sea muuuuy por arriba, tienen contacto
con el cine,llámese críticos, estudiantes de cine, etc. Ese
aire a cóctel, donde entran pocos invitados - “pertenecer
tiene sus privilegios” -, y groupies de segunda que
aúllan cuando ven algún conocido. También tengo un poco de
resentimiento, porque esta vez no me pude colar en ningún
cóctel y los "famosos" me pasaron por al lado y ni la hora.
En cuanto al cine, inmensamente feliz
porque me reencontré con uno de mis héroes, Jean-Luc Godard
quien hace que mi vida tenga más sentido. Estaba enojado con
él, pero su Notre Musique (2004) es arte puro,
es denuncia rabiosa de un sistema de opresión, es poesía en
estado de ebullición, es, en una palabra, un cineasta que
todavía hace cine y que se repregunta a cada paso cuál es el
papel de los intelectuales en el mundo globalizado y
barbárico que nos toca vivir. Mundo-campo de concentración y
muchos marines de los mandarines.
Tambien se dejan ver Demi-Tarif (Isild
Le Besco – 2004), Ocho años después (Raúl Perrone –
2005) - ¿me estaré poniendo sensible por mi futura
paternidad que me intereso este film de Perrone?-,
Cinévardaphoto (Agnés Varda – 2004/1982/1963), y por
sobre todas las cosas, un film bastante convencional y hasta
marketinero, pero plagado de una sinceridad que le hace
falta al 95% de las películas que pululan por ahí, me
refiero a Machuca (Andrés Wood – 2004), con la
sensacional Manuela Martelli. Retrato de una utopía
abortada, de una sociedad en tensión constante, lucha de
clases en cada fotograma.
Pero no todo es un jardín de rosas (¿alguna
vez nos lo prometieron?). También tuve que soportar lo nuevo
de Asia Argento, The Heart Is Deceitful Above All Things
(2004) -hacer una película moderna, ¿es este pastiche
donde nada cierra y ponerle música de Sonic Youth?-; y
Vibrator (Ryuichi Hiroki – 2003) - qué bien funcionan
los críticos como agentes de prensa de algunos films menores
-.
A modo de epílogo
Se fue el Bafici, la ciudad vuelve a su
ritmo normal, y una mueca de alegría invade mi cuerpo. Es
que este festival me encontró con amigos de ruta como Bill
Plympton y John Waters - dos deformes totales - que apuestan
a lo escatológico, lo vomitivo, es decir, a todo aquello que
mi abuela siempre me dijo que estaba mal.
Salgo con mi mujer a un bar a tomar una
cerveza, acaricio su panza de siete meses y miro a las mesas
de pool. Allí un grupo de pibes discuten qué música poner en
la rockola. Lejos de las conferencias de prensa, las
actividades especiales, los horarios y las corridas para
llegar a tiempo a la próxima función, estos pibes también
discuten - a su manera - sobre arte, ese lugar que nos
permite ser un poco más libres.
Se vendrá el octavo festival y volveremos a
correr por alguna entrada de prensa - bombones las chicas
que atendían-, y volverá a la carga el fantasma Quintín.
Poco importa, el Bafici es la cita obligatoria para los
cinéfilos que sienten que hay otras poéticas de las que
tratan de imponernos los que cortan el queso.
por Gustavo Suarez
ver cobertura del
festival por Nicolás Quinteros >>>
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