Hizo lo que todo amante del fútbol quiso hacer,
pero en el momento menos indicado....
Por comienzos de la década del ´40 nació en San
Pablo José de Asís Aragao un hombre que no pasaría inadvertido en la
historia del fútbol brasileño, pero no precisamente por lo hecho con la verdeamarelha, sino todo lo contrario. Por que José eligió estar en el
campo de juego pero del lado de la justicia, esa que siempre le gustó
impartir, esa que un día lo traicionó.
De los tres palos, al silbato
Aragao, o Canarinho, como le decían en las calles
de su barrio, era un niño inquieto amante del deporte y sobretodo del
fútbol. Contrario al sueño de la mayoría de las crianças él no quería
hacer un gol de antología, prefería evitarlos. Y así fue como decidió
probar suerte como portero en varios clubes barriales, pero como el
peregrinar no fue para nada auspicioso, Canarinho dejó de lado la
"práctica activa" pero no el fútbol. Ingresó en la Asociación Nacional
de Árbitros de Fútbol e hizo el curso. Lo superó con comodidad y se
abrazó a la profesión que sería su gran pasión, su vida. Tanto fue así
que luego de 18 años de carrera llegó a presidir dicha Asociación. El
arbitraje le permitió recorrer todo sudamérica, parte de Europa y llegar
incluso a conocer al Papa Juan Pablo II, otro sueño cumplido. Sin
embargo todos estos pergaminos no quedaron en recuerdo popular. José de
Asís Aragao será recordado siempre por lo que pasó aquella en el Morumbí.....
El Clásico menos pensado
Estamos en la tarde del domingo 9 de octubre de
1983, Santos y Palmeiras se juegan sus chances de seguir en la pelea de
este Torneo Paulista que lidera el Corinthians. Como en todos los
clásicos hay rachas, en esa época los Santos - Palmeiras terminaban
siempre igualados a dos. Este parecía ser la excepción, por que el
empate 1-1 fue quebrado por un contunde remate de Lino, quién desde
fuera del área clavó el balón en el ángulo del arco de Palmeiras.
Entonces el Verde se fue al ataque sin pensar, con más ganas que ideas
llenó el área del Peixe de pelotazos sin sentido, de centros sin
destinos fijos, de desesperación. Las agujas del reloj avanzaban sin
piedad hacia el final, cuando el árbitro decidió adicionar tres minutos.
Ciento ochenta segundos que marcaron para siempre la vida de Aragao. Por
que tanto centro llovido, finalizo en un tiro de esquina, y allí fueron
todos. El centro desde la izquierda llegó débil, fácil de despejar para
Marcio el central del Santos que pese a sacar el balón lo dejó en las
postrimerías del área, Jorginho, delantero del Palmeiras, empalmo el
balón como venía y pese a sus ganas el tiro salió débil y en dirección
errática, era el final. Pero no... Les propongo disfrutar de esta escena
en cámara lenta. Como si se tratara de una película de suspenso les
relataré el viaje del balón: La bola salió despedida del pie de Jorginho
con poca potencia y se iba afuera. Aragao, el árbitro, debido a la
superpoblación existente en el área observaba todo parado al lado del
palo derecho del arco del Santos. Hacia allí fue el disparo de Jorginho,
Aragao al ver que la pelota iba hacia su posición intentó esquivarla
dando un salto, pero esta, caprichosa, no esperó a que el referí llegase
a despegar del suelo su pie izquierdo y lo impacto. La trayectoria se
desvió e ingresó al arco enmudeciendo a todo el estadio.
"Será Justicia"
Basándose en ese lema, el juez debió convalidar el
gol del 2-2 final. Minuto 93 de partido, no hubo tiempo para hazañas. El
reglamento contempla al árbitro como "aire" sin influencias en las
jugadas y se habrán de aceptar las consecuencias que de esto se deriven.
Entonces Aragao respiro profundo, tragó saliva, se acercó el silbato a
la boca y ensayo un sordo silbido al tiempo que indicaba el círculo
central.
La obra ya estaba consumada, Aragao un eterno
justiciero, en su afán de impartir justicia, debió considerar válida una
injusticia cometida por él. Vaya paradoja.