Todo comenzó cuando producía una obra
teatral protagonizada por una actriz alemana – Ellen Schwanneke –
quien recibió una carta de Joseph Goebbels, ministro de propaganda del
nazismo, invitándola a trabajar en Alemania. Castle la ayudó a escribir
una enérgica respuesta – dirigida a Adolf Hitler -, y se encargó de
que una copia llegara a los principales diarios. Algunos sostienen que
hasta llegó a simular un atentado en el teatro en el que se representaba
la obra, donde se rompieron algunos vidrios y se pintaron svásticas en
las paredes.
William Castle entró al mundo del cine
realizando diversas tareas para Columbia Pictures, hasta que en el año
1943 tuvo la posibilidad de dirigir su primer film. Su carrera oscilaba
entre la realización de westerns y policiales, siempre en producciones de
bajo costos. Cuando vio Las Diabólicas
(1955) de Henri Clouzot, junto a Robb White (escritor de cine y TV),
decidió volcarse a la realización de films de terror.
El primer film en esta nueva dirección
fue Macabro (Macabre,
1958) basado en la novela The Marble
Orchard, película que marcó también el debut de los gimmicks
que volverían a sus films tan populares. Para Macabro,
Castle aseguró en mil dólares a los espectadores para el caso de que
alguno muriera de miedo durante la función. El Banco Lloyd´s de Londres
era el encargado de cubrir esta suma.
Para
su siguiente film, La Mansión
Embrujada (House on Haunted Hill,
1959) protagonizada por Vincent Price, Castle ideó la aparición de un
esqueleto volando por encima de la cabeza de los espectadores en uno de
los momentos de mayor tensión del film. Emergo
– como lo bautizó el realizador – también estuvo en la Argentina. El
escritor José Pablo Feinmann recuerda que el sonido del cable por el que
se deslizaba el esqueleto rompía el clima generado por la película. Otra
vez, los trucos ideados por Castle, lograron que La
Mansión Embrujada sea un éxito en la taquilla.
La repercusión alcanzada por sus films,
llevó a Columbia Pictures a contratar al realizador y a su colaborador y
guionista Robb White. También en 1959, presentó El Aguijón de la Muerte (The
Tingler), con el genial Vincent Price otra vez en el rol protagónico,
interpretando a un científico que descubre que cuando una persona siente
miedo, se forma un extraño monstruo dentro de su cuerpo que puede ser
liberado solamente gritando desaforadamente. Para “complementar” este
delirio lisérgico (el científico experimentaba con LSD), Castle ideó Percepto, un sistema que
se colocaba en algunas butacas de la sala, y que generaba una pequeña
descarga eléctrica que sorprendía a los despreveni dos
espectadores. El Aguijón de la Muerte se transformó en una de las películas más
taquilleras del realizador, además de ser la más extraña e interesante.
En Trece Fantasmas (13 Ghosts,
1960) y mientras el cine en tres dimensiones estaba viviendo un corto período
de esplendor, Castle presentó el Illusion-O,
mediante el cual el espectador elegía si quería ver los fantasmas del título
utilizando unos anteojos – el “ghost viewer” – que le eran
entregados a la entrada.
Al año siguiente, para Homicida
(Homicidal, 1961), película que toma la idea del asesino con
personalidad dividida de Psicosis
estrenada un año antes – por algo a Castle lo llamaban “el hermano
pobre de Hitchcock” – el realizador inventó el Fright
Break (la pausa del miedo). En dicho “intervalo” los
espectadores que estuvieran muy asustados podían salir de la sala y pedir
el dinero de la entrada. A cambio, tenían que esperar hasta el final del
film en el Coward´s
Corner (el rincón de los cobardes). En un principio, los exhibidores se
opusieron a la idea, pero Castle terminó demostrando que su idea
funcionaba, transformando una vez más a sus películas en un éxito de público
(luego de prohibir las funciones continuadas).
El Barón Sardonicus (Mr.
Sardonicus, 1961), permitía a los espectadores decidir el destino
final del barón del título, utilizando unas tarjetas fosforescentes con
un dedo pulgar hacia arriba y otra con un dedo pulgar hacia abajo. Antes
del final del film, el propio Castle aparecía en la pantalla y preguntaba
a la audiencia que suerte merecía el barón. Como la audiencia siempre lo
condenaba, algunos sostenían que Castle no había grabado el final por el
cual el barón era salvado.
Sus siguientes films, no contaron con
esta clase de gimmicks, pero
Castle siguió creando originales ideas comerciales. Para La Espía de Mis Sueños (13
Frightened Girls, 1963), organizó un concurso por el cual eligió a
las trece chicas del título original, filmando trece versiones distintas
de la primera escena para que cada país creyera que su compatriota era la
protagonista de la película.
Camisa de Fuerza (Strait-Jacket,
1964) contaba la historia de una mujer que salía de un manicomio luego de
estar varios años, por haber asesinado a su marido y a su amante con un
hacha. Para la ocasión, Castle repartió hachas ensangrentadas de cartón
entre los espectadores.
La última vez que causó conmoción con
una de sus ideas, fue con Broma
Macabra (I Saw What You Did,
1965). Haciendo bromas telefónicas, unas chicas llaman a un hombre que
acaba de asesinar a su esposa y le dicen “yo vi lo que hiciste”.
Castle publicó en los avisos del film, un número de teléfono donde la
gente llamaba y una voz grabada los invitaba a ver el film. La campaña
publicitaria generó un aluvión de bromas, por lo que las compañías
telefónicas amenazaron al realizador con iniciarle acciones legales. A último
momento, Castle cambió por unos cinturones de seguridad en las butacas de
los cines para contener a los aterrorizados espectadores.
Su siguiente film no contó con ningún
tipo de truco publicitario, motivo por el cual Amor Entre Sombras (The Night
Walker, 1965), por lo que pasó completamente desapercibido para la
audiencia. La última película que dirigió fue Shanks con el mimo Marcel Marceau, y su último truco, ya en el rol
de productor, lo ideó para Invasión
Infernal (Bug, 1975) de
Jeannot Szwarc, asegurando en un millón de dólares a la cucaracha más
importante de la historia del cine (también había pensado colocar unos
plumeros debajo de las butacas).
Mientras en la actualidad multitudinarios
equipos se dedican a estudiar las estrategias para promocionar sus films,
William Castle fue un artesano y creador que no sólo pensaba en las
recaudaciones, también consideraba al cine como un espectáculo que
excede los límites de la pantalla.
por Nicolás Quinteros
Fuentes
bibliográficas
-
Cine Bizarro – 100 años de películas de terror, sexo y violencia
– Diego Curubeto – Editorial Sudamericana
-
William Castle – Castillos en el aire
– Raúl Manrupe – Revista Film Febrero Marzo 1994
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