Tierra
de Faraones (Land of the Pharaohs – Howard Hawks, 1955): Es
mi película favorita desde que, siendo niño, la vi por primera vez.
Siempre me habían apasionado las epopeyas históricas, pero esta película
era diferente: realmente te daba la impresión de participar. Así es como
vivía la gente; así pensaban, creían y sentían. Esto se percibe a lo
largo de toda la película: los techos bajos, los interiores alumbrados
por antorchas, la forma de las columnas, los rostros de los figurantes.
Hay un momento maravilloso, cuando retiran del campo de batalla los ataúdes
que contienen a los muertos y alguien dice: "Oigamos la palabra de
los dioses de Egipto". La cámara hace una panorámica sobre una de
las estatuas de los dioses, y habla. Claro que sí, la estatua habla. No
la vemos mover la boca, sólo oímos la voz. A continuación, panorámica
sobre otro dios, y es él quien habla. Pronto hay cuatro dioses hablando.
Nunca te dicen: "Así es como lo hacían: era una broma, un
truco". En cierto sentido, los egipcios te hacen penetrar en su
intimidad y entrar en su religión. Veo esta película una y otra vez. La
pongo encabezando la lista, porque es mí película favorita.
Kartum
(Khartoum – Basil Dearden, 1966): Me gusta todo lo
relacionado con la presencia inglesa en el Sudán. Me gusta la versión de
1939 de Las Cuatro Plumas (The Four Feathers – Zoltán
Korda). En esa película, los ingleses estaban decididos a vengar el
asesinato de Chinese Gordon a manos del Mahdi, el santo redentor. La acción
de Kartum transcurre diez años antes. Charlton Heston está
mágnifico en el papel de Gordon y Laurence Olivier se lo pasa en grande
interpretando el personaje del Mahdi, con un hueco entre los dientes. No
es muy buen cine, pero la película posee cierta calidad mística. Se
trataba de una guerra santa. Finalmente, cuando el Mahdi mata a Gordon y
él mismo muere seis meses más tarde, es como si los dos hombres se
hubieran eliminado mutuamente, tanto en el plano religioso como en el histórico.
Es una historia que no me canso de escuchar, como un cuento de hadas.
Los
Diez Mandamientos (The Ten Commandments – Cecil B. DeMille,
1956): Su teatralidad y sus imágenes. He visto Los Diez
Mandamientos cuarenta o cincuenta veces. Olvidemos la historia y
centrémosnos en los efectos especiales, la textura y los colores. Tomemos
un ejemplo: cuando Dios hace morir al primogénito, se presenta en forma
de humo verde; después, en la terraza, mientras hablan, un vapor verde y
helado toca el talón de George Reeves, o de algún otro que muere. A
continuación está el Mar Rojo y la sangre del cordero pascual. Las películas
de De Mille son como fantasmas, como sueños, y si las hemos visto de
pequeños, quedamos marcados para el resto de nuestras vidas.
Gigante
(Giant – George Stevens, 1956): He visto esta película
más de cuarenta veces. No me gusta el romanticismo demasiado visible ni
el excesivo rebuscamiento, pero en esta película hay más de lo que la
gente ha visto. Es la descripción de un estilo de vida durante un largo
período de tiempo. La gente crece bajo nuestra mirada. Me gusta James
Dean. Me gusta el empleo de la música, aunque sea de Dimitri Tiomkin. Me
gusta la forma con que Boris Leven concibió la casa y las
transformaciones de ésta. Me gusta el largo plano de Mercedes McCambridge
cabalgando un bronco, largo plano entrecortado por un primer plano cercano
en el que espolea a su caballo. Por lo que se refiere a la puesta en
escena, Gigante es una película muy sugerente. No me
refiero al plano moral, sino al plano visual. Es una película
completamente visual.
El
Cáliz de Plata (The Silver Chalice – Victor Saville, 1954):
Debido en parte a esta película contraté a Boris Leven para hacer los
decorados de New York, New York (Idem – Martin Scorsese,
1977). Gigante y El Cáliz de Plata: el
hombre que había hecho los decorados de estas dos películas... era justo
lo que necesitaba. El Cáliz de Plata, que es una mala película,
no es en absoluto realista. Es puro teatro, y eso se debe sobre todo a los
decorados. Son claros y límpidos; se trata casi de otra vida, de otro
mundo. No sabemos qué aspecto tenía la Roma antigua, así que, por qué
no hacer como Fellini en el Satyricon (Idem – Federico
Fellini, 1969): ciencia ficción en el pasado. El Cáliz de
Plata, quince años antes, no está lejos de ello.
Angeles
del Infierno (Hell´s Angels – Howard Hughes/James Whale, 1930):
Las escenas de diálogos dirigidas por Whale son atroces e
inexcusables. Pero las escenas aéreas me dejan estupefacto: los aviones
son auténticos aviones, las casas son realmente bombardeadas, se ven
graneros estallando y cosas que vuelan por los aires, y toda la película
está filmada desde lo alto. Lo que vi de Alas (Wings –
William Wellman, 1927) no tiene ni punto de comparación. Mostré Angeles
del Infierno a John Millius y Steven Spielberg mientras preparaban
Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (Close Encounters of the
Third Kind – Steven Spielberg, 1977). Después de la proyección,
Millius dijo: "Este es el tipo de películas que se deberían hacer
hoy en día".
Espía
por Mandato (The Counterfeit Traitor – George Seaton, 1962):
Antes de Espía por Mandato, la mayor parte de las películas
de guerra eran en blanco y negro – la influencia del neorrealismo, de
Rossellini -. Nos habíamos acostumbrado a ello. Después, de pronto, llegó
esta película: inteligente, admirablemente hecha y lujosa. El guión está
basado en acontecimientos reales – la interpretación de William Holden
y de Lili Palmer es extraordinaria – y todo esto en colores vivos.
Eramos chicos educados en los campos de batalla en blanco y negro de los
noticiarios y el empleo del color – sobre todo del rojo, que es muy
importante – dio a la película un realismo y un carácter inmediato que
nos asustaron.
Mercenarios
sin Gloria (Play Dirty – Andre De Toth, 1969): En la
secuencia inicial, Michael Caine transporta un cadáver en su jeep y se
escucha una marcha militar italiana. Enseguida sabemos que vamos a ver
algo único. Mercenarios sin Gloria no es una película sádica,
pero es malvada. Los personajes carecen de virtud social para redimirse, y
eso me gusta. Hay una escena en la que simulan ser soldados italianos,
para burlar a los árabes: uno de los árabes descubre algo, entonces
sacan sus armas y los matan a todos. No piensan, actúan. Tienen un
trabajo que hacer y van a hacerlo. Este nihilismo y este pragmatismo son
terroríficos.
Almas
en la Hoguera (Twelve O´Clock High – Henry King, 1950): Sé
todo sobre Gregory Peck, no siga leyendo, Gregory Peck es Gregory Peck,
cuando trabaja en una película se le acepta como tal, es un dato, como en
un teorema de geometría; vale, Gregory Peck. Pero aquí es un hombre que
hace la guerra, y tiene su conciencia y sus miedos. Creemos que este tipo
es tan insólito que puede encajar cualquier cosa. Pero he aquí que llega
el momento en que debe subir al bombardero, y el macho se viene abajo. Es
incapaz de subir al avión. Y eso me encanta. La película vuelve a poner
al hombre de guerra en un plano humano. Por no poder encajar cualquier
cosa, precisamente por eso, este tipo es tan sólido.
Primera
Victoria (In Harm´s Way – Otto Preminger, 1965): Unas
naves situadas a lo largo de las costas del Pacífico, la noche y la
asociación de las imágenes y de la música anuncian el peligro, los
horrores de la guerra. Hasta que finalmente todo hace explosión en la última
escena de batalla: se desencadena sobre el puente, y la forma con que te
penetra es terrorífica. John Wayne es el típico americano: le preguntan
si quiere un scotch y responde: "no, una Coca-Cola".
Una
Mujer en la Penumbra (Lady in the Dark – Mitchell Leisen, 1944):
Leisen se desenfrenó. La película es tan vulgar y desmedida que debe
tener algo dentro. Desde luego, la psicología barata es ridícula, pero
las escenas de sueño son maravillosamente kitsch. Me gusta el lado
onírico de la película. Me gustan las canciones de Kurt Weill e Ira
Gershwin. Me gusta Jenny. En mi opinión, la película alcanza su
punto culminante cuando Ginger Rogers canta: Poor Jenny, bright as a
penny: se abre el vestido, un vestido rojo y forrado de piel. Esta película
me influyó mucho. La vi antes de rodar New York, New York (Idem
– Martin Scorsese, 1977), para ver los colores y el empleo del carmín,
etc. Liza Minelli lleva el nombre del personaje interpretado por Ginger
Rogers; Gershwin fue su padrino.
My
Dream is Yours (Michael Curtiz, 1949) y The
Man I Love (Raoul Walsh, 1946): Son dos musicales negros sobre
la vida de cantantes de club nocturno. Tiene muchos puntos en común con New
York, New York. Doris Day, preguntada a propósito de My
Dream is Yours declaró: "Es la historia de mi vida". Me
serví del estilo, los colores y el decorado en New York, New York.
Para los títulos de crédito quería el skyline de Nueva York, el
de The Man I Love. Acabamos por pintar en el negativo.
Always
Leave Them Laughing (Roy Del Ruth, 1949):
Milton Berle es el arquetipo de cómico duro y malvado. La película
describe de un modo muy preciso el tipo de personaje que es Milton Berle
– el verdadero Milton Berle -. Me siento fascinado por los cómicos, su
trabajo conlleva dificultades y angustias. Es una de las películas más
honestas que se han hecho sobre los cómicos. Admiro la cara que Berle le
echó para hacer esta película autobiográfica sobre un tipo realmente
desagradable. Creo que Berle terminó la película cuando Roy Del Ruth
enfermó tras las tres cuartas partes del rodaje.
The
Road to Zanzibar (Victor Schertzinger, 1941)
y Cielo Azul (Blue Skies – Stuart
Heisler, 1946): Me gustan la mayor parte de las películas de
Bing Crosby. Su personaje me fascinaba. Es encantador, no para de cantar
– y mientras tanto va recorriendo todo el mundo -. En la serie de las Road
to, se aprovecha de Bob Hope de principio a fin, y sin embargo, el
que se lleva la chica al final de la película es él. Se vale de Hope sin
ningún escrúpulo, ¡pero con gran integridad y seguridad! Esto me inspiró
en la relación entre Robert De Niro y Harvey Keitel en Calles
Peligrosas (Mean Streets – Martin Scorsese, 1973). En Cielo
Azul, Crosby es un personaje sorprendente, peligroso, demasiado
nervioso como para quedarse en un sitio. Cada vez que uno de sus clubs se
convierte en un lugar de éxito, lo vende y vuelve a empezar en otra
parte. Fred Astaire es el simpático muchacho equilibrado. Pero el héroe
es Crosby: inestable, irracional, quizá loco, y ¡qué encanto! Influyó
al personaje de De Niro en New York, New York.
Lost
in a Harem (Charles F. Riesner, 1944) y Abbot
y Costello Van a Marte (Abbot and Costello go to Mars – Charles
Lamont, 1953): En Lost in a Harem hay uno de los
grandes sketchs de Abbot y Costello: "me volví lentamente... paso a
paso... poco a poco... me tomé la revancha". Cuando hacen su juego
de palabras, nadie les llega a la suela de los zapatos. Se adueñan de la
lengua inglesa, la disecan, la tiran por los aires; desvelan su absurdo.
Esta película es realmente Teatro del Absurdo: Beckett, Ionesco..., todos
están ahí. Abbot y Costello Van a Marte me la recomendó
Michael Chapman, mi director de fotografía, mientras rodábamos Taxi
driver (Idem – Martin Scorsese, 1975). Se la ponía a sus
hijos los domingos por la mañana. La escena de la falta de gravedad
resulta muy vanguardista. Dos gángsters se pelean, y cuando están en
estado de ingravidez, hablan a cámara lenta. Uno de ellos dispara, y la
bala sale lentamente y acaba por caer simplemente al suelo. Esta película
es totalmente surrealista. Estos tipos corrían muchos riesgos, y al
hacerlo, les ocurrían cosas inesperadas. Vale la pena ver la película,
no será más que un domingo por la mañana.
Terror
en el Museo de Cera (House of Wax – André de Toth, 1953):
Es la mejor película en relieve – ¡y André De Toth era tuerto!
-. Durante el primer tercio de la película, la cámara no para de girar
en torno a Vicent Price y a las figuras de cera, que dan la impresión de
ser personas reales. Y cada vez que alguien entra en campo, no se sabe si
se trata de un maniquí o de una persona real. Cuando el museo de cera se
incendia, los ojos de los maniquís se salen de sus órbitas y caen al
suelo: esta escena produce un efecto sorprendente. Tan extraña y
exagerada es la película. Y me gustan el hecho de que la acción se sitúe
en Mulberry Street, la calle de mi infancia.
Los
Intrusos (The uninvited – Lewis Allen, 1944): Los
Intrusos da aún más miedo que Terror en el Museo de Cera.
En realidad es la mejor historia de fantasmas que se haya hecho nunca. Es
tan terrorífica que Ray Milland debe soltar de cuando en cuando alguna
broma para impedir que la gente abandone la sala.
Frankenstein
Creó a la Mujer (Frankenstein created woman – Terence Fisher,
1967): Me gustan todas las películas de la Hammer. Si he
elegido ésta, no es por ser la que más me gusta – es una película sádica,
muy dura de ver -, sino porque aquí verdaderamente aíslan el alma: una
bola azul brillante y translúcida. La metafísica subyacente está próxima
a lo sublime.
Exorcista
II: el Hereje (Exorcist II: The Heretic – John Boorman, 1977):
También aquí se trata de la metafísica. La película plantea una
pregunta: ¿la suma bondad atrae al mal supremo? Esto se remonta al libro
de Job; es Dios poniendo a prueba al alma pura. En este sentido, Regan
(Linda Blair) es una santa de nuestros días – como Ingrid Bergman en Europa
51 (Idem – Roberto Rossellini, 1951), y, en cierta
medida, Charlie en Calles Salvajes -. Me gusta el primer Exorcista
(The Exorcist – William Friedkin, 1973), debido a mi
sentimiento católico de culpabilidad, y porque verdaderamente me cagué
de miedo, pero El Hereje la supera. Quizá Boorman no llevó
a cabo su proyecto por entero, pero la película merece mejor suerte de la
que tuvo.
El
Rostro Impenetrable (One-Eyed Jacks – Marlon Brando, 1961):
Es una pena que se deba incluir esta película aquí, es única. No
comprendo cómo una visión tan extraordinaria y personal pudo ser un
fracaso. Brando tiene incluso la audacia de ir en un caballo blanco hacie
el sol poniente, mientras hace un signo con la mano, y nos lo creemos.
Hasta en la versión cortada es un triunfo asombroso, uno de los mejores
westerns de todos los tiempos.
Yo
Sólo Me Basto (I Walk Alone – Byron Haskin, 1947): A
finales de los años 40, la Paramount sacó una serie de películas negras
diferentes a las que se hacían por entonces. Las producía Hal B. Wallis
y la estrella era generalmente Burt Lancaster o Kirk Douglas. En Yo
Sólo Me Basto, Lancaster sale de la cárcel donde ha pasado diez
años – ha pagado por sus amigos – e intenta conseguir su parte del
club nocturno que su compañero Douglas ha comprado con el botín. Pero
todo ha cambiado. No consigue integrarse. Para resolver sus problemas sólo
conoce un medio: la brutalidad. Yo Sólo Me Basto es una película
muy inteligente sobre un hombre completamente descorazonado por el nuevo
mundo de la posguerra. Y aquel mundo se convirtió también en el nuevo
mundo del cine. El gángster de los años 30 se convirtió en el gángster
de los años 40.
Extraña
Obsesión (Night and the City – Jules Dassin, 1950):
Esta película fue una fuente de inspiración para el ambiente de Calles
Salvajes. En ella, la violencia emocional es muy intensa. Richard
Widmark es un obseso, un buscavidas que se pasa la noche corriendo,
aterrorizado y desesperado, como Charlie en Calles Salvajes.
Y acaba por ser destruído; como en Charlie, el destino está escrito en
su rostro.
Estación
6 Sahara (Station Six Sahara – Seth Holt, 1963): Unos
hombres viven aislados en una estación de perforación en el desierto. La
homosexualidad está claramente sugerida – y luego, en una escena
extraordinaria, una vampiresa (Caroll Baker) irrumpe con su marido y todos
los hombres intentan matarse unos a otros -. La sensación de desolación
y de sordidez es más fuerte que todo lo que se pueda encontrar en el National
Enquirer. El montaje y el empleo de diálogos, que se superponen, son
extraordinarios – Seth Holt empezó siendo montajista -. Se tiene la
clara sensación de estar en un lugar y no poder salir de él. Y te
enteras de lo que le ocurre a la gente que vive fuera. Fuera, muy lejos.
Ultimo
Tren a Katanga (The Mercenaries – Jack Cardiff, 1968):
Esta película – Rod Taylor contra los Mau-Mau – era la más violenta
que había visto hasta entonces. Hay una escena en la que Taylor se bate a
cadenazos con un ex nazi. En otra escena, un tren lleno de refugiados ha
conseguido escapar de los Mau-Mau del valle y está a punto de alcanzar la
cima de la colina, pero el tren no tiene suficiente potencia, vuelve a
bajar la pendiente y los refugiados son aniquilados. Es una película
realmente sádica, pero hay que verla. Pienso que, debido a su marcado carácter
racista, mucha gente la encontró molesta y prefirieron ignorarla. En esta
película sobresale una sensación de violencia desbordante, lo demás no
cuenta. La respuesta a todas las preguntas es "¡mata!".
Guns
Don´t Argue (Bill Karn y Richard C. Kahn, 1957): Con un
presupuesto increíblemente bajo, esta película cuenta toda la historia
del F.B.I., con Pretty Boy Floyd, Ma Baker, Bonnie and Clyde, etc.
Contiene pequeños episodios, lo que la hace muy documental. Hay una
escena en la que Ma Baker sabe que debe matar a su marido. Le dice que se
vaya al bosque; fundido sobre una metralleta; nuevo fundido y Ma está en
el coche. Es una película asombrosa. Habría que estudiarla de cerca,
porque ahí se ve cómo hacer una película con un bajo presupuesto.
Murder
by Contract (Irving Lerner, 1958): Es la película que más me
ha influido. Había puesto un extracto de ella en Calles Salvajes,
pero tuve que quitarlo porque era muy largo y un tanto esotérico. Hay una
escena de entrenamiento físico que recuerda mucho a la de Taxi
Driver. En Taxi Driver traté de reencontrar el espíritu
de Murder by Contract. Lerner era un artista que sabía
trabajar taquigráficamente, como Bresson y Godard. Esta película nos
avergüenza a todos, por su economía de estilo, sobre todo al principio,
en la escena del asesinato en la peluquería. Vince Edwards está
sensacional en el papel del asesino incapaz de matar a una mujer. A los
tipos del barrio que no sabían nada de cine les gustaba Murder by
Contract. Les gustaba la película simplemente porque veían en
ella algo único.
La
Caja Mágica (The Magic Box – John Boulting, 1951): La
vi cuando era pequeño. Es la película que me enseñó la magia del cine
(sobre todo aprendí a hacer flip-books). La escena en la que
Robert Donat enseña su película a Laurence Olivier lo dice todo sobre el
cine. Abre la puerta del mundo mágico del cine. Mundo mágico y loco: un
hombre se envicia más y más – a expensas de su familia, de su carrera,
de todo -. Es una obsesión. Te dan ganas de entrar en el juego. Si tienes
ocho años, te entran ganas de ser cineasta.
por Nicolás Quinteros
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