MARCEL DUCHAMP

EL INCORREGIBLE REVOLUCIONARIO

"Los dos pintores que han ejercido mayor influencia en nuestro siglo son Pablo Picasso y Marcel Duchamp. El primero por sus obras y el segundo por una obra que es la negación misma de la moderna noción de obra" Octavio Paz

No es de ninguna manera mi intención la de sonar grosera o que se me malinterprete. Pero debo decirlo: a mi, Marcel Duchamp me robó una idea. Puede sonar duro o petulante pero es taxativamente así. Por aquí, el lector avispado se estará preguntando cuál fue el pecado cometido por este señor para merecer tamaña acusación...pero, momento...que ya paso a explicar.

Hace algún tiempo, en una de esas mañanas en las que el genio que me habita se hizo presente, se me ocurrió una idea. Luego de miles de cuestionamientos logré llevarla a cabo, la terminé (cosa realmente inusual) y la convertí en una obra que expuse y muchos, que al igual que yo "no sabían", hasta me felicitaron. La gran idea: utilizar una rueda de bicicleta para intentar rodar una estructura circular, símbolo de la cocina de mi casa, alegoría de la rutina doméstica. Me convertí así en una especie de paradigma para las miembras de agrupaciones de housewifes emancipadas gracias a las lavadoras automáticas, los microondas y los colegios de jornada completa. Tuve algo más que mis quince minutos de fama correspondientes y los disfruté, hasta que...apareció el primer papanatas que me dijo las horribles palabras:

- Eh! Pero esa idea ya la había llevado a la práctica Marcel Duchamp en 1913 y, con una cruel sonrisa de placer, me pasó una fotocopia gastada que decía: "En 1913 tuve la feliz idea de fijar una rueda de bicicleta sobre un taburete de cocina. Unos meses más tarde compré una reproducción barata de un paisaje de atardecer invernal, que llamé "Farmacia" tras haberle añadido dos breves toques, uno rojo y el otro amarillo, al horizonte. En Nueva York, en 1915, compré en una quincallería una pala de nieve sobre la que escribí: "En previsión de brazo roto" ("In advance of the broken arm").

Fue por esa época cuando se me ocurrió la palabra "ready-made" para designar esta forma de manifestación" (M. Duchamp) Las pruebas estaban a la vista (con fotito y todo) y sin querer significar nada, ni reivindicar a la mujer ama de casa, a ese "tipo" se le había ocurrido también. ¿Pero cómo es posible que me hayan robado una idea aún antes que mis padres nacieran? No sé como, pero que me la robó...me la robó (y encima la patentó antes que yo) convirtiéndose así en el artista que hizo posible la vanguardia artística. Desde el dadaísmo hasta la performance; desde el arte conceptual al minimalismo; desde el pop-art, hasta las instalaciones actuales, los happening de los sesenta, la música concreta...Nada de todo esto hubiese sido posible sin la impronta precursora de Duchamp. Por eso, y porque no me gusta que me roben, es que hoy quiero hablar de este "inventor" de un arte nuevo: del anti-arte. El ready-made, objetos "ya hechos" que arrancados de su contexto y función específica fueron pensados para no entrar en ninguna de las categorías aceptadas en el mundo del arte. De todos ellos, el abanderado, el que marcó una nueva estrategia fue su "Fuente": un mingitorio de porcelana que envió firmado con el seudónimo de Richard Mutt, oblando los seis dólares obligatorios para la inscripción a una exposición de la Sociedad de Artistas Independientes de New York, de la cual no sólo era socio fundador, sinó también jurado. Cuando ese misterioso objeto llegó al Grand Central Palace, los jurados escandalizados, lo rechazaron de inmediato sin siquiera comunicar al tal Mutt, las argumentaciones de tal decisión. Pero Marcel Duchamp estaba allí, junto al jurado, así que se enteró y supongo también que en cierto punto lo gozó.

Este hecho reaccionario, brillante, imaginativo y rebelde, no hay dudas que dividió al arte en dos partes: por un lado toda una concepción estética sustentada en cuatro siglos de humanismo y por el otro, una cuestión fundamental para las letras y el pensamiento del siglo XX: la pérdida del sentido, el apartarse deliberadamente de la apariencia externa.

En la excelente biografía que Calvin Tomkins realizó sobre Duchamp, lo llama "el anartista", un exacto juego de palabras: el anti-artista, en definitiva lo que el mismo Duchamp decidió ser luego de haber realizado obras monumentales cambiando el clásico tema de la figura en reposo, investigado en el movimiento y la idea de máquina humana. Con su "Desnudo descendiendo por una escalera", y con "El Gran vidrio" (una obra en la que trabajó durante diez años, realizada sobre un soporte de vidrio donde recupera los principios de perspectiva y trata las figuras como una proyección de una cuarta dimensión invisible) demostró que ese "anartista" era capaz de pintar lo que le viniese en ganas: desde un cuadro convencional, hasta la maravillosa representación del tiempo y el movimiento fragmentados. Duchamp se dio el gusto, el gran gusto de renunciar, de volver, de abandonarlo todo, de seguir produciendo, de vivir en el límite mismo de su vida como una verdadera obra cotidiana y en el filo, haciendo, demoliendo, importándole nada si genio o fraude si arte o que. Jamás se cuestionó que era arte, simplemente lo generó eclipsando a figuras como Picasso, Bretón, Apollinaire y Picabia.

Un artista que se dio el tiempo de hacer, el de no hacer (como cuando Warhol, en uno de sus demenciales films lo registro con su cámara durante veinte minutos, sentado, fumando un puro e imperturbable) Un artista que reaccionó a tiempo y en la cúspide se su carrera dijo: - Hasta aquí he llegado, ya no pinto más - y no por rebeldía sino por algo mucho más difícil de reconocer, - simplemente, ya no tengo más ideas -, Porque en definitiva de eso se trata...de ideas, de invenciones...y a mi, me robó una (que esto quede bien claro, por favor!)

Una vez dijo: - "El peligro sigue siendo gustar al público más inmediato, ése que te rodea y por último te ensalza y te confiere éxito. Quizá necesitemos esperar cincuenta o cien años para encontrar nuestro verdadero público, el único que a mi me interesa" Tal vez esperando, es que se retiró tempranamente dejando las puertas abiertas a esa vanguardia tal como es entendida hoy, o al menos, como su público la entiende. Sin él no hubiesen existido Andy Warhol, John Cage, la Velvet Undergrownd, Paul Morrisey ni ninguno de aquellos que inauguraron el arte moderno de los 60' Y si no fuese por la idea que me plagió impunemente, yo no estaría ahora escribiendo esta nota y no tendría la oportunidad de reconocer a uno de los más grandes, rendirle mi homenaje y..., por supuesto, perdonarlo, perdonarle todo.

 

por Josefina Sánchez de Frangoulides

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